Escribieron un musical que solo pensaban representar durante cuatro días en el hall del Teatro Lara. A esos cuatro días se sumaron otros cuatro y de ahí el paso a la sala principal. Hoy nueve premios Broadway World Spain, un Fotogramas de Plata a mejor actriz de teatro y siendo elegidos por los lectores de El País como mejor montaje teatral de 2013 están de gira por toda España y miles de personas han recibido ya La Llamada.
Javier Calvo y Javier Ambrossi, no llegan ni a los 30 años, el primero ni a los 25 y han creado un espectáculo que ya califican de fenómeno. A Murcia llegaron a través del Festival Murcia Tres Culturas y se marcharon del Teatro Circo dejándolo en pie.
La trama transcurre en La Brújula, un campamento de verano de monjas. Durante unos días se quedan solas María y Susana, que tienen un grupo de electrolatino, castigadas por escaparse por la noche a un concierto. Allí, desde lo alto de su litera, a María, que era “la mejor bailando regeatton”, se le aparece Dios cantándole canciones
de Whitney Houston. Durante los días de castigo intenta hablar con él porque no sabe que quiere de ella, pero no tiene claro como dirigirse a él. María y Susana están en el campamento al cuidado de dos monjas, Bernarda, una recién llegada, que intenta confraternizar con las chicas coreografiando Viviremos juntos en la fé, y Milagros, una joven e inocente monja con las cosas poco claras.
Sobre el escenario las acompaña una banda en directo, que interpreta las canciones de Whitney Houston, Presuntos Implicados, electrolatino, reggeaton, o incluso canciones de misa con unos arreglos digamos que poco habituales.
El milagro de La Llamada reside en los personajes de María (Macarena García) y Susana (Anna Castillo), en la inocencia y dulzura desbordante de Milagros (Belén Cuesta) y en la vis cómica de la dura Bernarda (Gracia Olayo). Y sobre todo en que se respira ese ambiente Off con el que fue creado, huyendo de efectos especiales. Calvo y Ambrossi han conseguido, además, crear un espectáculo que habla sobre la fe sin evangelizar, sin criticar, sin juzgar, sin ofender ni a unos ni a otros, pero sobre todo animando a hacer aquello que nuestro corazón nos indique, eso de “lo hacemos y ya vemos”.