Dicen que Marguerite Yourcenar (1903-1987) no era amiga de expresar sus sentimientos en público. Tuvo que ser un desengañado amoroso, causado por el editor André Fraigneau, el que le diera el valor suficiente para hacerlo a través de su libro Fuegos.
“¡Qué aburrido hubiera sido ser feliz!” (Crítica-Fuegos)
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